"El destino es a veces caprichoso y el Universo tiene esa forma tan peculiar de hacer que los acontecimientos terminen encadenándose aunque aparentemente en un principio pueda parecer que conducen a caminos opuestos a los que al final desemboca".
Nuestra llegada a Suiza comenzó cargada de ilusiones y buena energía. El año pasado, en nuestra primera gira europea callejera, no pudimos tocar pues nos agarró una tormenta que nos acompañó durante toda nuestra travesía a lo largo del país de los relojes y el chocolate. Además varios amigos nos habían hablado de lo maravillosa que es Suiza para los artistas callejeros y en esta ocasión que el tiempo acompañaba queríamos comprobar de primera mano cómo se nos daba este territorio aún inexplorado por "3EB".
Nuestra primera parada fue Ginebra. Llegamos justo a la hora de almorzar, así que paramos a los pies del lago "Lac Léman", en una especie de playa de césped donde autóctonos de la zona se daban baños de agua que parecía muy muy fría y tomaban un escuálido sol. Allí degustamos nuestra comida oficial del "Tik Tok Tour" y tras descansar un rato nos dirigimos al puerto a ver qué tal el público suizo. Al llegar, montar el chiringuito y empezar a tocar nos topamos con que la mayoría de la gente que paseaba por el lugar que habíamos elegido eran de origen árabe y escandalosamente ricos en su mayoría. La gente se paraba a escuchar, nos hacían fotos y vídeos pero los "Francos" no terminaban de caer en la saca. Después de tocar hasta bien entrada la tarde-noche sin muchos resultados decidimos parar y pasear un poco por las calles "ginebreses" hasta que nos dimos cuenta de que el nivel de vida se escapaba bastante de nuestras posibilidades económicas. Así que montamos en el "3EB-Móvil" un poco decaídos y nos aventuramos a encontrar un lugar donde pasar la noche. Al final encontramos un camino más allá de unas naves industriales que daban a la entrada de un frondoso bosque, y allí plantamos la tienda y dormimos hasta el día siguiente.
Al despertar tomamos rumbo a Berna con la sensación de que Suiza no era tan maravillosa como nos la habían pintado, pero ilusionados y contentos con haber conseguido llegar hasta allí con el sudor de nuestra frente. Al pisar la ciudad todavía cargábamos la energía que nos había dejado en el cuerpo Ginebra y después de buscar sitios para tocar llegamos a la conclusión de que la cosa iba a estar difícil, así que estrenamos por primera vez en el "Tik Tok Tour" nuestro formato acústico-reducido que consta de ukelele, melódica, astorguinha y diferentes percusiones minimalistas. El éxito del formato fue también bastante reducido y algo alicaídos decidimos grabar uno de nuestros vídeos frente al reloj "Zytgloggeturm" para después abandonar la ciudad y pasar a la siguiente ciudad con la intención de dejar Suiza atrás lo antes posible, pues ya estábamos convencidos de que aquéllas no eran tierras para nosotros. Justo antes de entrar en el coche para partir se planteó la idea de tomar una "cervecita" de despedida y premiarnos por haber estado todo el día trabajando sin muchos resultados. Pero una vez más Suiza se volvía esquiva con sus elevados precios y a punto estuvimos de irnos de allí sin tan siquiera intuir todo lo que nos estaba a punto de ofrecer. Por suerte hicimos de tripas corazón y nos lanzamos a la aventura de encontrar algún sitio ya no barato, sino no tan, tan caro y de repente magia:
"El destino es a veces caprichoso y el Universo tiene esa forma tan peculiar de hacer que los acontecimientos terminen encadenándose aunque aparentemente en un principio pueda parecer que conducen a caminos opuestos a los que al final desemboca".
En nuestra búsqueda nos topamos con una Jam Session de swing-manouche en plena calle, a las puertas de una especie de pub cultural y como llevábamos los instrumentos a la espalda nos invitaron a tocar con ellos. Desenfundamos y nos unimos a la fiesta. La cerveza empezó a correr y a medida que pasaban las canciones nos hacíamos más y más amigos de toda la gente que andaba por allí. Al acabar una chica "Anna-Lenna" nos ofreció la última cerveza y hablando hablando terminó invitándonos a pasar la noche en una casa ocupada que había sido en el pasado un antiguo burdel. Nosotros que no teníamos sitio donde pasar la noche accedimos infinitamente agradecidos y en menos de una hora estábamos tirando los sacos de dormir en una habitación con barra americana de strip-tease. A la mañana siguiente se nos ocurrió probar suerte en una plaza abierta en el centro con boca de metro incluida, lo cual nos aseguraba un buen torrente continuo de gente. Y allí fue donde tocamos los cuatro días siguientes.
El primer día fue genial, la gente respondió muy bien a nuestro formato eléctrico callejero habitual y otra chica, "Illa", camarera de un bar llamado "Musigbristot" nos ofreció hacer un concierto allí mismo esa misma noche. Nosotros accedimos encantados y aunque no fue mucha gente nos queda la experiencia de haber tocado en un local en Suiza en donde además nos dieron de comer una suculenta cena y un techo donde poder dormir. Cuando despertamos echamos un vistazo a la previsión meteorológica y una medio tormenta se encontraba estacionada justo en nuestro itinerario obligándonos a quedarnos un día más en Berna.
Para tocar ya habíamos comprobado que el lugar estaba muy bien, además un enorme techo cubre la plaza, haciendo la práctica de la música callejera ideal para cualquier día de lluvia. Sólo quedaba solucionar el tema de dónde dormir pues del cielo no paraba de caer agua y eso dificulta en exceso la acampada libre que venimos practicando cuando no tenemos algún techo para yacer. Así que decidimos ir a la plaza a tocar y ya se nos ocurriría algo. Entre pase y pase intentamos contactar con alguna de las nuevas amistades y "Camille", una chica que conocimos la noche de la Jam Session de swing-manouche fue la primera que nos atendió. Le explicamos nuestra situación y nos dijo que podríamos echar la noche si queríamos en su casa, en "Sierre", un precioso pueblecito de montaña a unas dos horas y media en coche de Berna. Accedimos encantados, pero más encantados nos quedamos cuando asistimos de primera mano a la belleza cristalina de las montañas suizas con sus nubes a ras de suelo y su verde completamente exaltado cubriendo todo. Y aun más maravillados quedamos por la excesiva hospitalidad de "Camille" y su familia, que además de darnos cobijo nos ofrecieron cena y espectacular desayuno. ¡Viva la Gente Buena!
La tormenta casi se había disipado, pero nosotros, viendo el filón que teníamos en esta increíble ciudad y siendo domingo, decidimos volver a tocar en la misma plaza, esta vez con la certeza de que al acabar tendríamos que coger el coche y ponernos a buscar un sitio donde plantar la tienda. pero de nuevo, y ya van unas cuantas, el universo nos mandaba un nuevo regalo. Esta vez fue "Roland", un chico suizo amante de la música que detuvo su camino cuando nos oyó para escucharnos y en una de esas, entre canción y canción descubrió que procedíamos de Sevilla. Coincidencias de la vida, él tiene una novia sevillana que no andaba en esos momentos por la ciudad y tras hablar con nosotros nos ofreció su casa para dormir. Pero no contento con eso nos invitó a cenar y a tomar una exquisita cerveza casera. ¡Viva la Gente Buena!
Al día siguiente decidimos ser los más pesados de Suiza y, ya que dormimos en plena ciudad, aprovechar para hacer algo más de dinero antes de marcharnos. El tiempo se había vuelto estable y en medio de nuestro segundo pase un gentil policía secreta nos invitó a abandonar la plaza pues era lunes y sólo está permitido tocar de jueves a domingo. En ese momento nos miramos sabiendo que ya era suficiente, que Berna ya no nos podía dar más y que era el momento de decir adiós a una de las mejores ciudades que se han cruzado por nuestro camino.
Sin más miramientos tomamos dirección Zurich, nuestra última parada antes de abandonar Suiza, allí teníamos un par de amigos que queríamos ver. Una era "María" a la cual conocimos en nuestro viaje anterior cuando andábamos por Barcenola y el otro es "Mattias", que nos ofreció su casa para dormir y una suculenta y saludable cena vegana. En Zurich decidimos no tocar pues llegamos algo tarde y al día siguiente acordamos que lo más razonable sería abandonar de una vez Suiza pues corría el riesgo de que más de uno se quedara por allí a vivir para siempre.
En nuestro recuerdo siempre estará Suiza y guardaremos un trocito en nuestro corazón para la espectacular ciudad de Berna y su gente. Gracias a todo el mundo y muy especialmente a la Gente Buena.
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